lunes, 2 de agosto de 2010

Izquierada y Dercha en el México del siglo XXI

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La Izquierda y La Derecha en el México del siglo XXI
Por Antonio Fuentes Flores
Aunque estas tendencias de ideología política existen desde el principio mismo de la humanidad y han evolucionado a través del tiempo; el nombre, de Izquierda y Derecha, probablemente tiene su origen en la ubicación de las partes con posiciones antagónicas en La Assemblée Nationale de la revolución francesa, en donde en el ala izquierda; se sentaban los diputados del tercer Estado: el pueblo, liderados los moderados por Mirabeau e integrados aquí mismo los jacobinos de Maximilien Robespierre. Quienes querían un cambio y en la otra, en la ala derecha; se sentaban tanto los diputados del primer Estado: el clero, como los del segundo Estado: la nobleza. Quienes por supuesto querían conservar todos los privilegios.
La burguesía astutamente no se ubicaba en un ala determinada, porque estratégicamente nunca se quiso comprometer con una tendencia en particular, pero por supuesto su corazón siempre ha estado con la derecha. La burguesía surge en la edad media, integrada por los comerciantes y artesanos adinerados que se emanciparon de los señores feudales. Su nombre deriva de “burgo” que era una especie de recinto amurallado y protegido, separado de los demás; que construían los señores feudales dentro de su feudo para proteger y controlar el trabajo comercial y artesanal de las personas con estas actividades y que estaban bajo su cuidado. La burguesía florece durante la edad Media, como una nuevo estamento integrado por personas muy hábiles para los negocios y para generar riqueza, aunque muchas veces fuera sin importar los medios, los procedimientos éticos y mucho menos la ideología política. Tenían una visión práctica, única y privilegiada para el comercio, actividad que paradójicamente se intensificó con las cruzadas y sirvió para reavivar la actividad artesanal en toda Europa; dando origen a una nueva clase social que a partir de aquí tendría una función trascendente y una gran influencia en el manejo del poder político, por la relación simbiótica que siempre ha tenido con el poder económico.
Existen algunos conceptos desde el siglo XVIII, que se identifican con las tendencias ideológicas de izquierda y derecha. Como el “progresismo” entendido como la disposición y voluntad de
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cambio libertario, identificado con la izquierda; en contraparte están “los conservadores” entendidos estos como los favorecidos con el statu quo y por lo tanto defensores de la tendencia a conservarlo, identificados con la derecha, en la concepción política. El concepto de “Estado confesional”, esto es, la liga indisoluble de la iglesia y el Estado con una única religión oficial, surgido a partir de los finales del Imperio romano, se identifica con la derecha, en contraparte está el “Estado laico” que tiende a preservar la libertad de pensamiento ideológico y religioso, surgido de las ideas que empiezan a manifestarse a partir del Renacimiento y se consolidan con el surgimiento del primer Estado laico: los EUA y con la revolución francesa a finales del siglo XVIII, este concepto de Estado laico se identifica con la izquierda. Sin embargo los EU., siempre han sido un Estado capitalista. El “capitalismo”, que está por mantener al Estado al margen de la actividad económica de los particulares, pretendiendo que esta sea regida única y exclusivamente por las libres fuerzas del mercado, lo cual ha quedado en entredicho con los últimos acontecimientos y con la arbitrariedad de las prácticas monopólicas, incluso en los mismos EU., esta tendencia se identifica con la derecha. Pero esto no quiere decir que en los EU., no exista una importante tendencia progresista. Así como en el “socialismo”, que esta por el uso del poder del Estado en beneficio directo de la sociedad, del ciudadano. Tendencia ideológica identificada con la izquierda, sin que esto evite que en los países que se caracterizan principalmente como socialistas, existan también importantes tendencias ideológicas conservadoras.
En el capitalismo, “el capital es el remedio para todos los males económicos”; se piensa que fortaleciendo al capital mediante estímulos para la creación de riqueza, independientemente de quien la posea, se logrará el bienestar de la sociedad en su conjunto. Esto podría ser cierto pero solamente para quienes poseen y disponen de suficiente capital, pero no para la sociedad en su conjunto, quienes en los sistemas capitalistas tradicionales, generalmente suele ser sujetos de una explotación continua e indiscriminada en su gran mayoría, en donde los monopolios imponen su propia ley, además de que esta gran mayoría de personas, por lo general, no tiene acceso fácil al capital en forma suficiente y a un costo justo, lo que de hecho los margina de los beneficios de tal “desarrollo”.
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En los sistemas capitalistas, (identificados con la derecha) nacidos del liberalismo clásico y ahora actualizados (para empeorar) con el neoliberalismo; se dice que la acción del Estado a través de su gobierno, debe ser solo el de un facilitador de los negocios económicos, (laisser faire laisser passer) otorgándole pleno apoyo a la “libre empresa” y que en teoría, lamentablemente solo es en teoría, el único controlador de la economía debe ser el mercado por medio de la libre competencia. En la práctica hemos visto que son las actividades monopólicas las que rigen la actividad económica cuando falta la acción regulatoria del Estado. En el capitalismo la propiedad de los medios de producción deben ser, en teoría, de los dueños del capital “productivo” y nunca del Estado porque, aseguran que la función pública es incompatible con la de realizar negocios rentables en la forma en que lo hace la empresa privada.
Para el socialismo, (identificado con la izquierda), la sociedad es el objeto del Estado quien en teoría, lamentablemente solo en teoría, tiene como único objetivo lograr el bienestar de la sociedad en su conjunto. En la práctica se ha demostrado que la carga de la estructura burocrática socialista, su operatividad y el cumulo de intereses que genera, no solo no beneficia a la sociedad en su conjunto; sino que es una carga demasiado pesada en donde los únicos privilegiados suelen ser la clase gobernante, generalmente autoritaria, quien en forma clientelar explota arbitrariamente a la mayoría, para su propio beneficio.
En el socialismo se busca que la economía funcione en forma planificada, centralizada y a través de las empresas del Estado, por lo tanto la propiedad de los medios de producción, en teoría, deberá ser estatal y la empresa una empresa pública que busca el bienestar de la sociedad más que la rentabilidad económica. Sin embargo en una economía globalizada como la del siglo XXI, esta teoría se vuelve obsoleta, ya que la competencia se ha convertido en una competencia mundial, y en función de un mercado global totalmente abierto. Los ajustes que ha tenido que hacer recientemente China ilustran lo que digo.
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Por lo tanto, los diferentes sistemas, capitalistas y socialistas, se han tenido que mezclar tratando de hacer compatibles sus principios para poder operar en una economía de mercado globalizada. Lo cual no deja de resultar paradójico y providencial, porque ninguno de los dos sistemas por sí solo y menos en su forma ortodoxa, podría en la actualidad tener éxito y ser solución para ningún país.
Las formas extremas de ambas tendencias, han sido caracterizadas por: el desprecio total de la dignidad de la persona y de la vida humana; por el chovinismo; el dogmatismo político; el totalitarismo y el autoritarismo en sus formas de gobierno y por la sumisión total de la voluntad y la razón a sus dogmas ideológicos, ligados muchas veces, en algunos casos, a una especie de fundamentalismo religioso y fanático. En estos casos extremos la derecha se ha identificado con actitudes fascistas y la izquierda con la demagogia dogmatica inspirada en la hegemonía del proletariado y la lucha de clases. Actitudes de ambas tendencias, (afortunadamente) obsoletas por completo.
El origen de estas dos tendencias ideológicas actuales y sus confrontaciones, es muy remoto pero podríamos situarlo en el inicio de la republica romana, unos 400 años a.C. Dentro de la cultura romana, en donde en un principio se definieron las instituciones políticas, aquí se dan cuando menos tres acontecimientos importantes que enfrentan a estos bandos:
Primero: en un principio se dio el enfrentamiento de la plebe en contra de los patricios, que los habían marginado de la representación política, y hubieron de pasar siglos para que la plebe conquistara su reconocimiento y derechos.
Segundo: el enfrentamiento, en el siglo II a.C. de Mario, de la familia de los metelos y representante de los populares, en contra de Sila, representante de la aristocracia y sus intereses.
Y el tercero en donde en vez de un enfrentamiento, se da con inteligencia y astucia una alianza; la de Julio Cesar identificado con los populares, con Pompeyo identificado con los optimates y Craso identificado con el poder económico. Demostrando con el éxito de su alianza: que “la unión hace la fuerza”.
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Algunos otros conceptos y actitudes distintivas de ambas tendencias ideológicas pueden ser los siguientes:
La planeación y el control de la economía Vs el laisser faire laisser passer
El capitalismo de Estado Vs el capitalismo privado
“El poder del pueblo” Vs el poder de la oligarquía
La propiedad exclusiva del Estado sobre los recursos naturales Vs la participación de la iniciativa privada en estos.
A la izquierda muchas veces se le ha orillado a recurrir a la guerrilla y la derecha ha sido proclive a recurrir a las fuerzas paramilitares. Pasando ambas sobre el Estado de derecho.
Históricamente la burguesía ha medrado al amparo del poder político y han sido los eternos cortesanos de ambas tendencias cuando estas ocupan el poder, sin importarles de que ideología se trate. Desgraciadamente lo que mueve a este tipo de gentes es la codicia, el afán por el poder político tras bambalinas y el poder económico al que son adictos y lo utilizan de mil maneras; entre otras, apareciendo (paradójicamente) como filántropos y “generosos benefactores” de la sociedad.
Aparentemente la ideología política partidista del México de los inicios del siglo XXI, sin dejar de reconocer su diversidad, se podría decir que se divide en forma pragmática en estas dos grandes corrientes, a las que se ha dado en llamar “la izquierda” y “la derecha”. En términos generales la sociedad mexicana no se identifica con ninguna de las dos. En primer lugar porque no tiene suficientemente claro qué significan cada una y, por otro lado, porque cuando más o menos se logra entender qué es lo que en teoría comprenden las dos tendencias; la ideología de una misma persona puede estar de acuerdo o en contra de algo en cada una de ellas, sin necesariamente estar por supuesto en contra o con ninguna en particular. En realidad, estas dos grandes tendencias en el mundo, han evolucionado y se han vuelto mucho más complejas pero también más practicas, con
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inclinaciones orientadas, la derecha hacia la izquierda y viceversa. Ambas han ido poco a poco quitándose dogmatismos, radicalismos y posturas extremas, hasta casi afortunadamente llegar a tocarse en algunos aspectos. Sin embargo en América Latina persisten en los inicios de nuevo milenio algunos radicalismos en las dos tendencias y México no está exento de ello.
Se podría decir que en teoría, ambas ideologías evolucionadas son positivas en el sentido de que las dos, por caminos distintos, buscan lo mismo: el bienestar de la sociedad, o cuando menos eso es lo que está implícito en sus propósitos visibles. El problema en México, como en Latinoamérica, es que en ambas tendencias se puede caer en radicalismos extremos; en los “ultras” que agravarían las cosas y a nadie beneficiarían. Cuando menos en México se ahondaría la brecha de la reconciliación en la sociedad y surgirían actitudes demenciales, características de estos extremos, que no conducirían a nada positivo sino a más violencia. Ambos extremos son anarquistas; en las izquierdas extremas podrían surgir los émulos de Maximilien Robespierre (en su etapa final) o de Stalin, y en las derechas radicales surgirían los conservadores redivivos, para evitar cualquier cambio y regresar a instaurar la religión oficial del Estado, con todo y la “santísima Inquisición”. Ambos extremos provocarían el reinado del terror y el regreso a épocas ya superadas.
Por otro lado en ambas tendencias existen quienes exaltan sus ideologías como banderas de lucha irreconciliable con sus oponentes, no tanto porque crean fervorosamente en ellas o que así sea en la realidad, sino porque la experiencia en la mercadotecnia política les ha enseñado que de esta manera adquieren mayor clientela, fortaleciéndose internamente dentro de su partido y beneficiándose política y económicamente. Sin embargo en ambas tendencias (no en las extremas) han existido auténticos líderes, pensadores convencidos de su ideología, gente de bien. Esperamos que la inteligencia, la razón y el buen juicio prevalezcan en ambas tendencias partidistas y unan sus esfuerzos, primero dentro de sí mismas, y se depuren quitándose, en forma radical, el lastre que significan, aquellos personajes evidenciadamente reprobables, esto como condición sine qua non, para poder lograr el bien de México y mejorar la calidad de vida para sus habitantes.
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Lo anterior no se dará por arte de magia ni gratuitamente, sino mediante un gran esfuerzo verdaderamente nacional de conciliación y reconocimiento de la realidad plural de la sociedad y sus legitimas aspiraciones, con la participación de todos los estratos de la población, anteponiendo el interés común sobre el particular o partidista; para que entre todos se puedan establecer las precondiciones que propicien el cambio necesario e impostergable mediante la renovación en la base constitucional de la sociedad, para crear y hacer funcionar el verdadero Estado de derecho. Pero ante todo ejerciendo a plenitud el poder, que mediante el nuevo orden constitucional, la sociedad les confiera, para hacer precisamente realidad ese Estado de derecho al que siempre se ha aspirado. En estas condiciones lo importante es lograr el cambio verdadero, si este se logra por el lado de la izquierda o por el de la derecha, eso no importa, lo importante es que se dé.
Y si para esto será necesaria la alianza de las dos tendencias ideológicas, que así sea, por el bien de México y para el bien de los mexicanos, que ya merecen una oportunidad para vivir en paz para poder reconstruir al País y así poder optar por un mejor futuro para nuestros hijos, ya que ellos ni nadie se merece lo que esta pasando.
San Pedro Garza Garcia, 2 de agosto del 2010