Dios
creó al Hombre y le dio un hábitat natural en un universo con una mecánica
previamente establecida y una dimensión increíbles por su exactitud, belleza y
extensión. Y viendo que el comportamiento del hombre, conocedor del bien y del
mal, habiendo hecho uso de la libertad infinita que él le había dado, le estaba
acarreando grandes calamidades y sufrimientos. Y no deseando modificar en nada la esencia de su
creación, pero al mismo tiempo queriendo ser justo en ello, tomó una
determinación trascendente:
Dios
decidió acudir al hábitat del hombre, con la misma naturaleza humana, y sufrir en esas condiciones; daños iguales o
peores a los que sufría el hombre, ofreciéndose en calidad del cordero que
sería sometido al sacrificio para la redención de los hombres y al mismo tiempo
poder comunicarles como veía él la realidad por la que atravesaban, cuáles eran
sus deseos en cuanto a su conducta; para así poder vivir en armonía con sus
semejantes y con la naturaleza que les había dado para disfrutar de la belleza
y alcanzar la perfección. Y quien cumpliera sus deseos y mandamientos, tendría
un lugar eterno junto a él en donde ya no habría mas sufrimiento. Para realizar
esto decidió transformar una parte de sí mismo en hombre, como “el Hijo del
hombre”, con todos los sentimientos, amor y relaciones filiales que ello
implica, dispuesto al sacrificio. Y otra parte en espíritu de luz y orientación,
para que una vez cumplida la misión en la tierra como hombre y como Dios; el
Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, continuara iluminando el camino y
orientando a hombres y mujeres de buena voluntad hasta el fin de los días.
Dios
no tenia un pueblo elegido, no lo podía tener, para él todos los pueblos y
razas de la tierra son iguales. Y ya que las culturas de oriente tenían un
comportamiento mas ordenado y menos alejado del bien; por tanto escogió a la
parte mas conflictiva en el mundo en cuanto a la conducta del hombre y también
la mas avanzada en cuanto al desarrollo material en ese tiempo; escogió dentro de las culturas de occidente
al Imperio romano y aquí, al pueblo judío, que había tenido varios profetas,
algunos de los cuales, como sucedió con otros pueblos, habían sido inspirados
por Dios y dentro de sus escrituras, consideradas sagradas por ellos, tenían
prevista la venida del Mesías (Cristo en griego).
Jesús,
Dios hecho hombre, para cumplir la misión en la tierra, en el hábitat del
hombre; nació como un ser humano, de una mujer humilde, limpia de mancha, una
jovencita que aceptó ser el vehículo de Dios para que éste llegará a la tierra
con las mismas características de un ser humano. Sólo ella fue previamente advertida,
y cundo lo supo, y lo aceptó sin conocer muy bien las dimensiones de lo que
vendría; se convirtió en el ser mas solitario pero también el mas bendecido de
la tierra. Su hijo sería también como ella, una persona humilde y sencilla de
principio a fin, a la cual cuidaría y formaría en su niñez, con esmerado
cuidado y profundo cariño maternal.
Otro
heraldo en la tierra anunciaría la venida del Señor. La constante de humildad y
sencillez en todo lo relacionado con el hijo de Dios, se haría presente también
en éste. La misión de él era anunciar su venida; dar testimonio de la verdad y
convocar a todos a corregir las conductas y enderezar los caminos. “La voz del
que clama en el desierto” utilizaba simbólicamente el agua del río Jordán para
lavar las culpas, convocaba a todos a la reconciliación y a recibir al hijo de
Dios. Cuando lo vio, sin conocerlo, supo de inmediato quien era: “he aquí el
Cordero de Dios que lleva el pecado del mundo” y con él se hizo presente
también el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo que daba con ello testimonio de
quién era en realidad Jesús. “Aquel sobre quién vieres descender el Espíritu y
posarse sobre Él, ese es el que bautiza en Espíritu Santo”.
Llegado
el tiempo Jesús escogió a quienes serían sus discípulos, simbólicamente uno por
cada una de las tribus de Israel, ellos serian los que darían testimonio de su
acción y recibirían directamente sus enseñanzas. No le preocupó que no tuvieran
mayores conocimientos, seleccionó para esto a gente sencilla y humilde como
debería ser el “nuevo pueblo”, gente de buena fe. La mayoría se dedicaba a la
pesca y todos tenían una familia. Ellos serian la simiente que daría fruto a
través de muchos hombres y mujeres que después del sacrificio y la resurrección
del Señor predicaron el mensaje de Jesús, bautizaron a los demás, dieron,
simbólicamente, a comer su cuerpo y a beber su sangre, difundieron sus
enseñanzas y doctrina, a todos por todas partes, sin importar raza o religión y
trataron de seguirlo.
Finalmente
se vería despreciado y reducido al mas ínfimo nivel, ultrajada su dignidad, calumniado,
difamado, torturado, azotado con flagelos que terminaban en piezas metálicas.
Fue ridiculizado; calándole a palos una corona de punzantes espinas, que como
clavos de acero se incrustaron en su cabeza causando un inmenso dolor físico y
espiritual, fue humillado, escupido,
pateado y vejado. Hasta convertir su cuerpo en un cumulo de heridas
sanguinolentas. Y condenado injustamente a morir clavado en una cruz como un
criminal, imponiéndosele la pena capital de los romanos, como al peor de los
bandidos, así se vería morir casi solitario en esa cruz, entre dos malhechores;
en esta forma se consumaba el sacrificio al que había venido y al que voluntariamente se había sometido por la
redención de los hombres, como el cordero de Dios que era, para quitar el
pecado del mundo con su muerte.
“Destruid
este templo y en tres días yo lo volveré a levantar”
“Porque
así amó Dios al mundo; hasta dar a su hijo único, para todo aquel que crea en
Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo por Él sea salvo. Quien cree
en Él, no es juzgado, mas quien no cree, ya está juzgado, porque no ha creído
en el nombre del hijo único de Dios. Y este es el juicio: la luz ha venido al
mundo, y los hombres han amado mas las tinieblas que la luz, porque sus obras
eran malas. Porque todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para
que sus obras no sean reprobadas. Al contrario, el que pone en practica la
verdad, viene a la luz, para que se vea que sus obras están hechas en Dios.”
El
conflicto que llevó a la muerte y al sacrificio a Jesús, no fue con las gentes
del pueblo, con los judíos, fue con las autoridades religiosas oficiales; los
sumos sacerdotes, los escribas y fariseos, con la jerarquía del poder
constituido en ese entonces, que lejos de un afán religioso verdadero, eran
movidos, como ahora, por la codicia y el poder terrenal, y sentían amenazado
ese poder y su estatus personal; por los portentosos hechos de Jesús en todos
los ámbitos como el hijo de Dios que era y la trascendencia de tantos milagros
y hechos prodigiosos por lo que mucha gente lo seguía.
“no
hagáis de la casa de mi Padre un mercado”, les había dicho a los sacerdotes y
comerciantes, echándolos del recinto con un azote improvisado; porque sin
respeto usaban el templo como casa de cambio, de recaudación de limosnas y para
el intercambio de mercancías, dentro de las cuales estaban también las que
serian utilizadas en los sacrificios.
“Mi
reino no es de este mundo”, dejó establecido con firmeza y claridad, aunque mas
tarde los reyes lo hicieran rey; “Cristo Rey” con corona de oro y piedras
preciosas para que se pareciera a ellos, aunque ellos nunca se parecieran a
Jesucristo.
“Bienaventurados
los pobres de espíritu”, les decía para acentuar la conveniencia de no apegarse
al poder, a los bienes materiales y a las riquezas por la riqueza misma. Ya que
“es mas fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico pudiera
entrar al reino de los cielos”.
“Soy
yo el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al Padre sino por mi. Si
vosotros me conocéis, conoceréis también a mi Padre. Más aun desde ahora lo conocéis
y lo habréis visto.” Les dijo enfáticamente para que no hubiera duda de quien
era él y que el Hijo y el Padre son uno mismo.
Y enseño la oración a sus discípulos para estar en comunicación directa
con Dios:
Padre nuestro,
que estas en el cielo,
santificado sea tu
nombre;
venga a nosotros tu reino,
hágase Señor tu voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
y perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
y libranos del mal.
Amen.
Santificamos el nombre de
Dios; cuando cada quien tratamos de hacer de nuestra vida una obra de arte,
plena de generosidad, de amor y de entrega a sus semejantes.
Y como su “reino no es de
este mundo”; su reino vendrá a nosotros cuando se dé el final de los días.
“Dad
al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” dijo a los sumos sacerdotes por medio de los
fariseos, señalando con claridad; que son totalmente diferentes e
incompatibles, las cosas materiales del poder terrenal y las cosas del poder
divino.
“Aquel
de vosotros que este sin pecado, que tire la primera piedra
contra ella.” Parece que se adelantaba y esto
les decía a la futura jerarquía eclesiástica de todas la religiones,
inquisidores de todos los tiempos, cuyo abuso, explotación e intolerancia ha
sufrido y sigue sufriendo el genero humano.
A
través de parábolas transmitió su doctrina y sentó las bases de ésta por medio
de mensajes muy claros para algunos y enigmáticos para otros, mediante
aforismos transmitió en la conciencia del hombre, formulas de armonía para la
actuación entre ellos mismos, con los demás y con las leyes de la
naturaleza:
“La
verdad os hará libres” (la mentira es la peor esclavitud)
El
comportamiento del hombre, dentro de su naturaleza, siempre se ha debatido
entre la dicotomía del bien y del mal. La decisión por el bien supone muchas
veces el sacrificio, la integridad, el trabajo intenso, la disciplina personal,
el orden, el apego a la verdad, la tendencia a la perfección y siempre a la
larga, o a la corta; trae consigo la paz espiritual, la satisfacción personal y
en algunos casos la felicidad. La inclinación por el mal es alentada por los
vicios; la mentira como sistema; la falta de respeto por el derecho ajeno; el
placer aparente, momentáneo y sin limites; el poder a ultranza; la codicia; el
éxtasis temporal; la perversión; siempre al final la persona es atraída por el
canto de las sirenas y cae sin remedio en las redes de la esclavitud.
“Todo
el que comete pecado es esclavo del pecado”
“El
ladrón no viene sino para robar, para degollar, para destruir. Yo he venido
para que tengan vida y vida sobradamente”
“No
todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos sino el que
haga la voluntad de mi Padre”. Les decía para que lo oyeran todos aquellos que “tocaban la campanita” para
que se les viera orar y que eran generosos dando limosna y cumpliendo
rigurosamente los preceptos de los sumos sacerdotes, creyendo que así podían
comprar su salvación.
“No
juzguéis según las apariencias, sino que vuestro juicio sea justo”
“El
mayor entre vosotros será como el menor y el que manda como el que sirve”.
“El
que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado”
“Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, para que, así como yo os
he amado vosotros también os améis unos a otros.”
“El
buen pastor pone su vida por las ovejas”
“En
verdad en verdad os digo Yo soy la puerta de las ovejas”
“En
verdad en verdad os digo si alguno guardare mi palabra no verá jamás la muerte”
“Yo
y mi Padre somos uno”.
“El
Padre es en mi y Yo soy en el Padre”
“En
verdad, en verdad, os digo, no es el siervo mas grande que su Señor ni el
enviado mayor que quien lo envía.”
“Yo
soy la resurrección y la vida; quien cree en mi aunque muera revivirá. Y todo
viviente y creyente en Mi, no morirá jamás.”
“Yo
soy el pan de vida, quien viene a Mi no tendrá mas hambre, y quien cree en Mi
nunca mas tendrá sed”
“Trabajad
no para el manjar que pasa sino para el manjar que perdura para la vida eterna
y que os dará el hijo del Hombre, porque a este ha marcado con su sello el
Padre Dios.”
“el
que tenga oídos que oiga y el que tenga
ojos que vea”
El
hombre no es un animal pero tiene un parecido idéntico. Por tanto su opción,
dentro de la libertad infinita que Dios le ha dado; es actuar como un animal,
como una bestia, o como un ser humano, como un hijo de Dios.
Antonio Fuentes
Flores, 18 de marzo 2012.