Desde el principio de la
humanidad el poder de los que lideraban a la tribu devino en el poder político,
y el poder de las creencias sobrenaturales y sus exegetas o chamanes, se
transformó en el poder religioso. Estos dos estuvieron siempre íntimamente
ligados por conveniencia reciproca. En tales condiciones, la asociación de los
dos poderes iniciales poco a poco generó “los intereses creados” por la codicia
latente en la mente de las personas y sus motivaciones recónditas, dando lugar
así a un tercer poder: el económico, que se convirtió en el gran motor del
“desarrollo” y la fuente financiera de los otros dos; “los rico hombres” como
se les llamaban en la Castilla de Carlos I.
Desde el principio también, se fue
creando una simbiosis entre los tres poderes, benéfica para el fortalecimiento
y para la subsistencia de ellos mismos, pero que históricamente ha resultado
perniciosa para la sociedad y ésta característica perdura hasta la actualidad,
a pesar de la reforma del Estado moderno consolidado a finales del siglo XVIII. La
separación de poderes del gobierno del Estado, de la cual nos hablaba en su
teoría Charles-Louis de Montesquieu; para que hubiera sido efectiva, real;
debió haberse complementando con la separación de estos poderes originales: el
poder político, el poder religioso y el poder económico, con el objeto de que
cada uno actué en su ámbito exclusivo en forma autónoma, independiente y esté
regido por las leyes y precisamente; para que el único poder legitimo: el poder
político del Estado, pueda cumplir su función benéfica a la sociedad para lo que, en teoría, fue creado. Prevaleciendo éste, única y exclusivamente como
poder, reglamentada su función por las leyes constitucionales dentro del Estado
de derecho. Porque el poder económico de facto, como tal y sin límites; es el
peor de los monopolios existentes en el campo de la economía. Y el poder
religioso también de facto; es pernicioso por ser contrario a la esencia misma
de la religión, miente para controlar a sus fieles y se contrapone a la
libertad de creencias a que todo ser humano tiene derecho y falta a la
condición de laicidad del Estado moderno. Además este poder ha sido un efectivo
instrumento de sujeción y manipulación de las conciencias individuales, a
través del terrorismo y el fanatismo religiosos. Aunque así se hayan iniciado; siempre la mezcla y liga de la
religión y de la política han resultado letal para la sociedad y para el sano
devenir de los pueblos.