ANTONIO FUENTES FLORES
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Acerca de la edad media
Por:
Antonio Fuentes Flores
Introducción
Convencionalmente, el proceso histórico de la humanidad lo han ordenado los especialistas en diferentes etapas, cada una con características sui generis. Y aunque las etapas pueden tener, según cada historiador, diferentes nombres, todos los autores coinciden en el nombre de cuando menos una de ellas; “la Edad Media”, también conocida como “Medioevo”. Siendo “evo” una época o un tiempo sin fin, “duración de las cosas eternas”, “duración del tiempo sin término”. ¿Por qué denominar así a este milenio en la historia de la humanidad? ¿Será verdaderamente la historia de la humanidad un proceso eterno? Y si es eterno ¿porque tiene mitad?, ya que esto es lo que significa precisamente el término “edad media”. Pienso que a esta etapa no debemos verla, precisamente, como la mitad de un todo, sino más bien como un alto en el camino. Tal vez como un paréntesis en la historia de la humanidad, un gran paréntesis de mil años en donde suceden muchas cosas y otras dejan de suceder.
Es interesante ver como inicia esta discutida etapa de la historia. Un elemento clave es la terminación del Imperio romano. Otro elemento fundamental es la religión y la iglesia católica, que significó en ese entonces el cristianismo. Y el tercer elemento básico fue una raza: los germanos, principalmente a través de los ostrogodos en la parte septentrional del mar Negro, los visigodos en la parte occidental del mismo mar, los francos en el medio bajo del Rin y posteriormente los lombardos y otros pueblos del mismo origen étnico, que también jugarían un papel preponderante durante la edad media.
El inicio fue traumático, el mundo antiguo de occidente que había culminado con la magnificencia del Imperio romano; se desintegra y para efectos prácticos se deshace como pompa de jabón. Las
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Provincias del otrora poderoso Imperio, diseminadas por toda Europa, el norte de África y Asia menor, se convierten en reinos aislados, incluso Italia se transforma en el reino ostrogodo. Sin embargo, por ahí queda prevaleciendo todavía y negándose a morir; un subproducto, una pompa menor pero importante, girando en torno a Constantinopla y reflejando, de cuando en cuando, destellos luminosos, que no dejarían olvidar por un tiempo lo grandioso que fue el imperio romano y su cultura que trascendería al tiempo y al espacio. Y cuando después de Justiniano también el subproducto residual se desintegra; con sus restos impregnados de una cultura previamente existente, sui generis, de gran fuerza y presencia tanto en Europa como en Asia; se integra otro, el Imperio bizantino.
El nacimiento del Estado confesional
Cuatro siglos antes, con el nacimiento de Cristo se empieza a gestar una nueva religión, Jesucristo venia como el Mesías dentro de la religión Judaica, pero no como el señor de los ejércitos, poderoso y vengador, que vendría a restablecer el reino de Judea sometido por los romanos. No, Cristo no venia así, él llegaba como un Mesías de esperanza, de perdón, de amor y reconciliación, que nos pedía emularlo, incluso con nuestros adversarios y con nuestros enemigos, que ofrecía la salvación eterna para todos por igual, para justos y pecadores. Por lo que fue humillado, sufrió y murió en la cruz por nosotros; para poder lograrla. Y como dice Guillermo Perez Maldonado en su ensayo sobre “Los Inicios del Cristianismo”:
“Así empieza a tener sentido la pasión de Jesús; sí, era el Mesías aunque hubiese muerto crucificado, pues el señor lo resucitó de entre los muertos, está en el cielo y de ahí vendrá a instalar el reino de Dios”, pero, ¿si Jesús era el Mesías, el escogido de Dios, porque tuvo que morir?, porque tuvo que sufrir tanto?, porque una muerte tan terrible como la crucifixión que solo se aplicaba a los peores criminales?, porque Dios no mandó a sus legiones de ángeles a destruir a los malos y a instalar el reino de Dios, evitando así este
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sufrimiento para su escogido? La explicación lógica fue la redención. Jesús tuvo que morir para expiar los pecados del mundo. Jesús murió por nosotros y expió nuestros pecados con sus sufrimientos.”
Jesús no pretendió nunca la creación de una nueva religión. Como dice Hans Küng, “no proclamó una iglesia ni a sí mismo, proclamó el reino de Dios” (un reino que no era de este mundo) “no pretendía fundar una comunidad separada y distinta de Israel, con su propio credo y su propio culto, ni fomentar una organización con una constitución, una jerarquía, y mucho menos un gran edificio religioso. No, según todas las evidencias, Jesús no fundó una iglesia en vida”. Sin embargo diferentes hechos posteriores al sacrificio de Cristo fueron conformando una dinámica, que forzosamente fue haciendo complejo el proceso de difusión del mensaje de Jesús. Primero fue la creación de los evangelios sobre la doctrina de Jesucristo, después las diferentes interpretaciones e intérpretes de esos mismos evangelios y con ello la integración de diferentes grupos y sectas con los consiguientes intereses de todo tipo, desde el interés espiritual por la propagación del mensaje de Cristo, hasta el interés material por los recursos y el poder que las diferentes jerarquías identificadas con la nueva religión ejercían.
Incluso en los mismos evangelios no existe duda de cuál era la misión de Jesucristo el hijo de Dios. Así queda de manifiesto en el Evangelio de San Juan; capitulo 1, 29, cuando Juan el Bautista dice: 29… “He aquí el cordero de Dios que lleva el pecado del mundo”. “Juan es el primero que llama a Jesús Cordero de Dios. Empieza a descorrerse el velo. El cordero que sacrificaban los judíos todos los años en la víspera de la fiesta de Pascua y cuya sangre era el signo que liberaba del exterminio (Ex. 12, 13), figuraba a la Victima divina que, cargando con nuestros pecados, se entregaría [en manos de los hombres] (Luc. 9, 44), para que su sangre [más elocuente que la de Abel] (Hebr. 12, 25), atrajese sobre el ingrato Israel (v, II) y sobre el mundo entero (II, 52) la misericordia del
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Padre, su perdón y los dones de su gracia para los creyentes (Ef. 2, 4-8). Y reafirma San Juan en “La revelación máxima” capitulo 3,16 Porque así amó Dios al mundo: hasta dar su hijo único, para que todo aquel que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo por Él sea salvo. 18 Quien cree en Él, no es juzgado, más quien no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del hijo único de Dios. 19 Y este es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres han amado más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo el que obra mal, odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. 21 Al contrario, el que pone en práctica la verdad, viene a la luz para que se vea que sus obras están hechas en Dios. (No en balde a la peor época de la Edad media se le llamó el oscurantismo)
La propagación de la fe cristiana se dio en forma sorprendente, más que nada por el mensaje de salvación, de hecho consumada por el sacrificio mismo de Jesucristo. Una salvación que él nos trajo directamente sin intermediación alguna. Pero que poco a poco fue encontrando intermediario y con esto, la creación de una iglesia. Pero no en el concepto original que significó; la “Hermandad de todos” aquellos que creían en Jesucristo dando fe de su mensaje de salvación y amor para todos los hombres sin importar raza color o religión, en forma general, universal, que también esto significa católico. Sino una iglesia con estructura jerárquica, pero contraria a la doctrina de Jesucristo quien había dicho: “El mayor entre vosotros será como el menor, y el que manda como el que sirve” Lucas 22, 26, y con una estructura administrativa que 300 años después, en la época de la gran persecución de Dioclesiano a los cristianos; paradójica y oportunamente, adquiere la cristiandad la misma organización territorial del Imperio romano, mediante la misma estructura impuesta para todo su territorio por el propio Emperador
Dioclesiano; a través de las doce diócesis en las que lo dividía en un principio, poniendo a cargo en cada una de ellas a un vicario que la controlaba y la regía jurisdiccional y regionalmente, de acuerdo al
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territorio de las provincias del imperio agrupadas en cada diócesis. La iglesia hace lo mismo, lo que más tarde representaría, ante los astutos ojos del nuevo Emperador Constantino, el elemento religioso que le hacía falta para consolidar políticamente, tanto al Imperio romano como a su persona. Toda vez que los dioses paganos se habían diluido por el tiempo, la rutina y por la gran cantidad de divinidades y mitologías no precisamente originales de roma, sino las mas heredadas de la Grecia antigua, con el solo cambio de nombre. Ahora lo que bullía en la mente del Emperador era una mezcla de misticismo y de oportunista astucia política. Y por lo tanto pensaba, sin estar equivocado; que ésta nueva religión en plena expansión que ahora cubría todo el imperio en occidente y oriente, en el norte y en el sur, y estaba organizada a través de las mismas diócesis y adoraba a un solo Dios, les daría tanto al Imperio como al emperador nueva energía, inspiración y validez, necesarias ahora dada la circunstancia desfavorable y critica, de gran desorden y caos dejada por el fracaso de la tetrarquía.
Es posible que Constantino, hombre culto y preparado, que no daba paso sin conocimiento del terreno; haya leído la carta de Pablo de Tarso a los romanos en cuanto a “los deberes para con las autoridades” 13 “Todos han de someterse a las potestades superiores; porque no hay potestad que no esté bajo Dios, y las que hayan sido ordenadas por Dios. 2 Por donde el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios; y los que resisten se hacen reos de juicio. 3 Porque los magistrados no son de temer para las obras buenas, sino para las malas. ¿Quieres no tener que temer a la autoridad? Obra lo que es bueno y tendrás de ella alabanza; 4 pues ella es contigo ministro de Dios para el bien. Mas si obrares lo que es malo, teme; que no en vano lleva la espada; porque es ministro de Dios, vengador, para (ejecutar) ira para aquel que obra el mal. 5 Por tanto es necesario someterse, no solamente por el castigo, sino también por conciencia.6 Por esta misma razón pagáis también tributos; porque son ministros de Dios, ocupados asiduamente en este asunto. 7 Pagad a todos lo que les debéis: a quien tributo, tributo,
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a quien impuesto, impuesto; a quien temor, temor, a quien honor, honor.” Este párrafo le venía como “anillo al dedo” para sus intenciones. Y sabía que no podía encontrar en otras religiones,
tanto y tan adecuado fundamento para sus propósitos, como en esta.
Posteriormente, con Constantino y Licinio, mediante el edicto de Milán en el 313 comenzaba un proceso, inicialmente de libertad religiosa en el Imperio, pero esto era solo la apariencia en un principio porque culminaría más tarde, en la época de Teodosio I, en el 380, con el Edicto de Constantinopla promulgado por el emperador del Imperio por última vez unificado, confirmando al cristianismo como la religión oficial del Estado. Afectando negativamente de ésta manera a la libertad religiosa, al establecer la unión de la iglesia católica con el Estado romano en forma exclusiva; dando así nacimiento en forma premeditada, organizada y estructurada: al Estado confesional, que duraría más de mil años, viciando tanto a la iglesia católica y a la religión cristiana, como al Estado mismo, afectando injustamente las libertades del ciudadano.
A pesar de que el Imperio romano se acabó; el espíritu y concepto del Estado confesional trascendió al tiempo y al espacio, y continuó durante toda la edad media y un poco más, principalmente a través de los reinos europeos y del Imperio bizantino, convirtiéndose en un verdadero paradigma. En una condición sine qua non. A tal grado que, cuando en el siglo XVI, enrique VIII se quiso casar con Ana Bolena, para lo cual tenía que divorciarse de Catalina de Aragón y el Papa Clemente VII no se lo permitió, entonces desconoció al Papa. Pero para no quedar “desamparada” Inglaterra y él mismo sin iglesia, creó otra; la iglesia de Inglaterra o Iglesia Anglicana, una iglesia nacional independiente de la jurisdicción papal. No podía simplemente sacudirse la relación con el Papa, y ya. Eso no cabía en su mente, el paradigma del Estado confesional no se lo permitía. El caso de México fue patético; en la Constitución de 1824 se continuaba con el Estado confesional, manteniendo a la religión católica como la oficial del Estado mexicano, lo que tuvo como
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consecuencia un inicio mediocre y ridículo. Y cuando más tarde se quiso enmendar el error histórico, creando el Estado laico con la Constitución de 1857, entonces y principalmente por ésta razón, se desató la terrible guerra civil entre conservadores y liberales.
Con la devastación del Imperio romano, desde el inicio de la edad media, la religión católica, pero más que ésta, la iglesia católica y su jerarquía, fue el factor común en todos los reinos y el catalizador que determinó la pauta política a seguir por muchos años, muchos siglos, durante toda la llamada edad media y ojalá hubiera sido para bien, pero no lo fue así, por el contrario; ejerció el monopolio del conocimiento, el monopolio de la educación y el monopolio de la verdad. Muchas veces entró incluso en competencia con el Estado, en los, sobretodo estados europeos. Y a través de los monasterios difundió lo que quiso difundir, preservó lo que quiso preservar y eliminó lo que quiso eliminar u ocultar. A partir de aquí, la iglesia oficial con visión política, apoyada por su complemento de unicidad dentro del Estado: el gobierno, no puede permitir competencia alguna ni manifestación cultural que minará su “solidez”.
En el 394 debían de celebrarse los juegos olímpicos que desde el 776 a.C. se venían celebrando periódicamente en Grecia, en estas condiciones uno de los primeros ejemplos y victima fatales fueron las olimpiadas, la tradición quedó interrumpida después de 12 siglos, no pudiendo realizarse más a partir de aquí, por ser parte de los ritos “paganos” que ahora quedaban proscritos, y solo se reanudaría quince siglos más tarde, quinientos años después de terminada la edad media. Previo a esto, Teodosio I el Grande, (denominado así por la iglesia) había asesinado a más de 7,000 griegos en Tesalónica, por la “inaceptable” insubordinación de unos cuantos, que en la provincia romana de Macedonia, asesinaron a oficiales de la guarnición romana. En contraste con la magnífica labor de Justiniano por preservar el derecho romano se encuentra el hecho de haber cerrado él mismo, en el 529, la Academia de Platón que funcionaba desde el 388 a.C. y el Liceo de Aristóteles fundado por
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el Filosofo en el 335 a.C., y la disposición de cerrar también las bibliotecas de la cultura helénica, como parte de la proscripción de las enseñanzas paganas, al establecerse el Estado confesional con la Iglesia católica”, situación que duró hasta finales de la edad media.
Una cosa fue a partir de entonces la doctrina de Cristo, el comportamiento de la iglesia primitiva y la propagación de la fe cristiana, derivada de la doctrina original de Jesucristo. Y otra muy distinta fue la nueva Iglesia católica y su jerarquía eclesiástica relacionada estrechamente y vinculada con el poder político del Estado. A partir de aquí se empezaron a gestar cambios radicales que viciaron y pervirtieron la fe cristiana mediante nuevos dogmas generados con visión política, para el control y manipulación de los fieles y sus conciencias, considerados estos ahora con visión clientelar. Dentro de muchos otros aspectos del cambio negativo a través de los años, se pueden señalar los siguientes hechos:
La destrucción sistemática de toda cultura que se considerara incompatible con la religión católica; destruyendo bárbaramente todos sus instrumentos, documentos y vestigios. Como ya hemos visto anteriormente y como sucedió con la conquista de México.
En lugar de la liturgia del pueblo, propia de la iglesia primitiva, se cambio en forma exclusiva por la liturgia del clero.
En lugar de la veneración a Dios en forma exclusiva, se dio la veneración de los santos y a las reliquias, siendo esto de hecho, verdaderos actos de idolatría, contrarios a la doctrina original de Cristo, pero que servían enormemente al Estado y su iglesia, para manipular las conciencias y estimular el fanatismo religioso. En el Imperio bizantino se dio una política y un movimiento iconoclasta en el 726, que a la larga no prosperó pero que duró hasta el 843.
Desde el inicio de la edad media se dio la destrucción sistemática de todo lo que de hecho o potencialmente, se opusiera o pudiera
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oponerse a la religión del Estado y a los intereses de sus gobernantes. Esto ha perdurado hasta los tiempos actuales.
Se dio el establecimiento de la intermediación necesaria y exclusiva de la iglesia, y de la jerarquía eclesiástica, para lograr la salvación eterna (contraria a la doctrina de Cristo y al evangelio). Y el uso de esta potestad religiosa también para fines políticos y de explotación económica, (simonía) aunque después hipócritamente la condenaran.
Se llevo a cabo el cambio de la confesión pública y el pedir directamente el perdón a Dios, por la confesión auricular junto con la comunión dadas exclusivamente por los miembros del clero.
Se dio también, la implantación del terrorismo como sistema de control de las conciencias, mediante la invención de tremendos castigos “divinos” para los pecadores como; el infierno, el purgatorio, y el limbo para los inocentes que murieran sin bautizar y haber sido “lavados” del pecado original, porque según la concepción de san Agustín, nacían pecadores dignos de la muerte eterna y condenados al limbo si no eran bautizados. Promoviendo de esta manera un terrorismo cuyos instrumentos eran el demonio; el pecado; la posibilidad de perder la salvación eterna, incluso para los miembros más pequeños de la familia. Pero daban la solución: la intercesión de la “santa madre la Iglesia Católica”, principalmente a través de su jerarquía eclesiástica. De esta manera, por supuesto, la amenaza más grande era por medio del castigo de la “excomunión”
Se utilizó sistemáticamente la tortura para los enemigos políticos de la jerarquía eclesiástica y secular que más tarde, cuando ellos lo juzgaron necesario; se institucionalizó mediante la acusación de herejía, para lo cual fue creada, ex professo, en el siglo XII, la Inquisitio Hereticae Pravitatis Sanctum Officium, Santo Oficio, Congregación para la Doctrina de la Fe, etc. que son los diferentes nombres de la “santísima” inquisición a través del tiempo. La inquisición facultó incluso a las autoridades seculares, para el
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sometimiento de las personas a la tortura, para arrancarles las confesiones por medios espeluznantes. Habiendo servido este terrible instrumento del Estado confesional, totalmente contrario a la doctrina de Cristo, para múltiples injusticias y propósitos aviesos, incluso para el despojo, por no decir vil robo de bienes ajenos; como en varias ocasiones, durante la historia, lo hicieron con los judíos.
Todo esto sirvió para que durante la mayor parte de la edad media se estableciera la intolerancia radical, la implantación del fanatismo, la ignorancia sistemática y sistémica, centralizando las fuentes del saber y dogmatizando el conocimiento. Y afectando negativamente la dignidad, la libertad y el respeto de las personas de ese tiempo y durante tantos años. De esta manera, la inseguridad el miedo el hambre la peste privó durante gran parte de la edad media.
Debido a otro “santo” de la edad media, el Papa Gregorio VII, quien decreta la superioridad política del Papa sobre los reyes y emperadores, se dio el conflicto por las investiduras, prohibiendo las investiduras laicas, que se habían venido dando por el rey o el emperador, desde la creación del Estado confesional, esto lo puso en contra del emperador germano Enrique IV que lógicamente se oponía a ello. Todo esto continuaba con la inercia negativa del inicio de la edad media, que ahora enfrentaba a la iglesia y al Estado. Con esto se daba también la centralización absoluta del poder de la iglesia católica sobre todas las otras religiones incluyendo a la bizantina, hecho por demás soberbio e intolerante y que iba en contra del catolicismo. Además en los concilios de Letrán en 1139 se estableció en todas formas injusta, pero además retroactiva; la condena de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes hasta entonces aceptados como cosa normal; exigiéndose obligatoria y terminantemente desde entonces, el celibato para los miembros del clero regular. Se argumentaba, en ese entonces, no sin razón, que esto no solo no se justificaba sino que había sido con propósitos aviesos, ya que lo único que buscaban era que las cuantiosas herencias de algunos miembros del clero no pasaran a sus hijos, sino
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que ahora, en estas condiciones quedaran para la iglesia. También desde tiempos de Gregorio VII y por razones discriminatorias pero más que nada económicas, se les impusieron a los judíos restricciones similares a las que más tarde les impondría Adolfo Hitler. La búsqueda del poder político y el poder económico fue desde entonces una obsesión, tanto mal les ha hecho, para la iglesia y sus dirigentes, que y que contradice sus principios. Esta tendencia se consolidó durante la edad media y todavía se sigue dando en pleno siglo XXI.
Los germanos
Los pueblos germanos formaban parte del Imperio romano casi cinco siglos antes de la desaparición de este a manos de ellos mismos. Los primeros contactos entre germanos y romanos se dieron desde los tiempos de Cayo Julio Cesar, la mayor parte de estos habían permanecido como provincias romanas al norte del Danubio y en la región del mar negro, curiosamente en el 376 (100 años antes del término del Imperio romano que fue en el 476), presionados por los hunos se ven obligados a cruzar esta frontera y Roma no supo entender ni aprovechar esta circunstancia. Por el contrario, actuó con soberbia y no fueron bien tratados por el Imperio. Siempre fueron menospreciados, lo que le costó la vida a Valente, emperador de oriente, en la batalla de Adrianapolis en lo que hoy es Turquía.
En tiempos de Teodosio I, se enfrentaron con él y a pesar de haberlo vencido, los germanos después se alían al emperador y lo apoyan con lealtad, esperando por lo menos reciprocidad. Sin embargo éste en su sucesión se olvida de ellos y al morir los margina por completo del poder de Roma. Esta es la mecha encendida que hace detonar la furia de éste pueblo de guerreros y sus familias, acostumbrados a la adversidad y que a pesar de las humillaciones y vejaciones sufridas por parte del Imperio, se habían romanizado al máximo, tratando de asimilar lo mejor de la cultura de Roma, tanto en el saber cómo en la guerra, llegando a convertirse, en ese tiempo, en los mejores soldados de Roma. Habiendo incluso adoptado,
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muchos de ellos, el cristianismo arriano como su religión, tratando de integrarse y destacar en el Imperio, lo cual lo hicieron con éxito sobre todo en el campo militar; por lo que es un error llamarlos “barbaros” como si hubiesen sido pueblos salvajes. Ahora Alarico, con gran frustración y sed de venganza, la emprende contra Constantinopla, contra Grecia y contra Italia, abriendo frentes de batalla en muchos de los flancos del Imperio, siendo rechazado en casi todos, por lo que se propuso unir al resto de los pueblos germánicos para actuar junto con él o por su propia cuenta, pero todos en contra de Roma. El Imperio pudo haberlos dominado, pero Teodosio lo había debilitado dividiéndolo otra vez en occidente y oriente. Se les olvidaba que el Imperio romano siempre fue uno, indivisible y en torno a Roma. Ahora se volvía a cometer el mismo error de Dioclesiano, con las mismas consecuencias que ya de tiempo atrás arrastraban. Teodosio I, puso a sus hijos al mando de las partes, mismas que de inmediato entraron en conflicto.
En el 408 Honorio el hijo menor, emperador de occidente, hizo asesinar a Flavio Estilicon, el único general que podía haber hecho frente a Alarico, su antiguo amigo germano y compañero de muchas batallas. Gran parte de los ejércitos de Roma, que también eran de origen germánico, desertaron y se unieron a Alarico continuando su frenética acción de destrucción del Imperio. En el 409 los suevos y los vándalos asolaron a la Gália y penetraron en Hispania. En el 410, después de convencerse que con Honorio no iba a llegar a ningún entendimiento, Alarico toma y saquea la “ciudad eterna”, que en múltiples veces se había visto amenazada, pero que no había sido profanada desde la invasión de los galos, 800 años antes.
Odacro, en el 476 de origen germano, rey de los hérulos quien había apoyado a Orestes, depone al jovenzuelo Rómulo Augustulo y asesina a su padre. El decide, que el llamado “imperio de occidente” es una farsa, y lo hace en base a una lógica incuestionable; toda vez que ya no existía ninguna de las provincias que tenia, porque todas se habían convertido en reinos autónomos y dispersos: en el reino
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Visigodo que abarcaba las hispanias y Aquitania; el de los Suevos en la Gálecia; el de los Vascos en su propio territorio; el de los Francos en el norte de las gálias; el de los Burgundios en la ribera del Ródano; el de Los Celtas en la Galia; el de los Anglo Sajones en Británia; el de los Germanos en la ribera del Rin; el de los vándalos en el norte de África. Y En consecuencia su decisión es la de ser ahora el rey, pero solo de Italia, convirtiendo a la única provincia que le quedaba al “imperio de occidente”, ahora también en reino. Y por lo tanto le envía a Constantinopla como una “devolución cancelatoria” en forma definitiva y de cierta manera simbólica, las insignias imperiales “de occidente”, (la vestimenta oficial del emperador y toda su parafernalia) para que fueran recibidas en custodia permanente por Zenón emperador del imperio romano de oriente. En el 488 Zenón nombra Rey de Italia a Teodorico, un germano del linaje de los Ámalos, nacido en Panonia, de origen noble, educado en Constantinopla; con la encomienda de expulsar a Odacro. Lo vence en Ravena y funda el reino ostrogodo en Italia a donde lleva más de 100,000 ostrogodos con él. Asentándose en Ravena en el 494. Teodorico, por su inteligente y destacada acción hasta el 526, realizando alianzas políticas y matrimoniales con los reinos vecinos, se consolida fuertemente y es conocido como Teodorico I el Grande.
Los pueblos germanos siguieron actuando incontenibles no solo hasta lograr la desaparición del Imperio sino durante todo el proceso de la llamada edad media en donde las dinastías merovingia y carolingia también de origen germano, destacaron en gran forma.
La parte oriental que sobrevivió a la caída del Imperio romano, tuvo una última esperanza de vida con el emperador Justiniano que reconquisto, momentáneamente, parte de los territorios ocupados por los germanos. Lo que después de Justiniano continuaría; es lo que muy acertadamente se denominó como Imperio bizantino. Éste surge, ya no de las cenizas del Imperio romano, pero si de una parte muy importante de éste; el extremo oriental, que se preservó para la posteridad, gracias a las características propias y distintivas que
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tenía en sus antiguas tradiciones culturales, provenientes desde que los griegos de Megara fundaran Bizancio en el 660 a.C., en donde ahora estaba Constantinopla, con santa Sofía construida por Justiniano y con la iglesia ortodoxa que aunque separada, convivió hasta el 1054 con el papado de la iglesia católica, que permaneció en Roma. Quiero remarcar lo que ya ha apuntado; en contraste con la magnífica labor de Justiniano por preservar el derecho romano a través de su código, se encuentra el hecho muy lamentable ocasionado por él mismo para la cultura universal y el pensamiento filosófico, por haber cerrado en el 529 la Academia de Platón que venía funcionando desde el 388 a.C. y el Liceo fundado por Aristóteles en el 335 a.C., todo esto como parte de la proscripción de las enseñanzas paganas, al establecerse el Estado confesional en el Imperio romano. Por otra parte en esa época floreció en Bizancio el comercio y el arte, de manera notable.
A la larga, la destrucción del Imperio romano fue total, se arruinaron las ciudades, los acueductos, la infraestructura de comunicaciones, como puentes y vías. Se destruyó el mismo idioma y su escritura, surgiendo de esta manera fortalecidas por el abandono del latín como lengua oficial, las lenguas romances y las propias de cada reino importante, esto fue lo que origino el principio de la consolidación de los actuales idiomas como el alemán, el inglés, el francés, el español, el portugués incluso el italiano etc. Por otro lado los pueblos germanos provocaron la ruralización de la actividad económica y se dio el despoblamiento de las ciudades, estos pueblos y su cultura tribal, rural, a base de clanes; contrarios al poder central, prepararon el camino a la etapa del feudalismo en Europa. Roma la ciudad del esplendor que llegó albergar más del millón de habitantes quedó reducida en el siglo VI a una villa de 20,000 personas, y sus templos, palacios y monumentos, reducidos a ruinas. “El que a hierro mata a hierro muere”
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En busca de la luz
Después de los primeros 500 años del milenio del Medioevo empieza aplicarse una de las leyes físicas de la naturaleza que serian descubiertas mas tarde a finales del siglo XVII por Isaac Newton: “a toda acción se opone una reacción igual y en sentido contrario”. Y de esta manera en los últimos 300 años de ese milenio, calificado en sus inicios como época oscurantista, se comienza a vislumbrar la luz, culturalmente hablando, al final del túnel. Esto se fue dando poco a poco, hasta brillar con el renacimiento y terminar con la llamada edad media. El renacimiento fue una época revolucionaria de un gran cambio como reacción al gran engaño y explotación de los seres humanos que se dio por casi mil años.
Un poco mas de 300 años después de la caída del Imperio romano durante el reinado de Carlomagno, en pleno cisma iconoclasta en el Imperio bizantino, surge en Europa apoyado por el Papa León III, el “Sacro Imperio Romano Germánico”, que todavía no llevaría el nombre completo, pero esta era la idea por la que se pretendía revivir el antiguo Imperio romano como contrapeso al Imperio bizantino. En el 800 el Papa corona a Carlomagno como el emperador de los romanos, en cierta manera en premio por la conquista de Lombardía y de varios reinos con muchos territorios.
En esos tiempos, con el colapso del imperio Carolingio y las incursiones de los Vikingos con el saqueo de diferentes reinos europeos, que es lo que da origen el sistema feudal, al cual los pueblos germanos se adaptaron con prontitud y sin ningún problema. Aquí influyeron grandemente, para el éxito del sistema, algunas mejoras en la agricultura que pudieran parecer menores pero no lo eran, por ejemplo; el mejoramiento del arado, pasando al de vertedera que optimizaba considerablemente la preparación de la tierra; la collera para los implementos del caballo para tirar del arado y por último la herradura para los mismos caballos. Esto marcaría toda una época en la que prevaleció con cierto éxito, cuando menos agrícola, el rudimentario sistema económico-político del feudalismo,
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característico del paréntesis medieval. En 1054 se da la ruptura entre la iglesia ortodoxa y el papado.
Posteriormente Alejo I Comneo, de Constantinopla, pidió apoyo y ayuda al Papa Urbano II, primer Papa originario del monasterio benedictino de Cluny para enfrentar las invasiones de musulmanes turcos y árabes, y éste ve la gran oportunidad que se le presentaba, por lo que convocó de inmediato a los reinos europeos a una “cruzada por la fe”; se pretendía concentrar las fuerzas de los reinos europeos en Constantinopla para reforzar al ejército bizantino con el objeto de recuperar “Tierra Santa”. Éste era el mensaje para el vulgo, lo cierto era que el Papa sentía la necesidad de consolidar su poder político y la medida escogida y astutamente propuesta por él, tendría un doble efecto: por un lado intentaba unir con más fuerza en torno suyo, al Papa, a los reinos europeos y por el otro; tenía el propósito de reconquistar antiguos territorios en muy importantes regiones en Asia menor, por su posición estratégica comercial y por su riqueza. Ocupados estos ahora por los Selyùcidas musulmanes de la dinastía turca que dominaba Irán, Irak, Siria y Anatolia, extensos e importantísimos territorios, que habían pertenecido al Imperio romano. Urbano II manejó la situación ante el pueblo cristiano justificando “la cruzada por la fe” para recuperar Tierra Santa, convocando en 1095, durante el Concilio de Clermont, en general a toda la iglesia “de Jesucristo”, a una “Guerra Santa”; porque “Dios lo Quiere”, este último fue otro de los principios que hábilmente manejarían la iglesia y el Estado durante toda la edad media para hacer creer a los fieles que todo lo que se hacía era por designio divino. La verdadera naturaleza, el fin y el resultado de las cruzadas ya lo conocemos.
Ahora teníamos a una iglesia engolosinada con el poder, que ya se hablaba al tú por tú con el Estado y competían de igual a igual por los privilegios del poder, que más tarde cambiaria la sede del papado a Aviñón a principios del siglo XIV dando lugar a una de las páginas más negras de su historia. Regresando en el tiempo, en el
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siglo XII, empiezan a surgir algunas reacciones y algunas manifestaciones que demandaban, sin proponerlo explícitamente, un cierto cambio, sentimiento que ya se estaba gestando en la sociedad medieval. La cual prevalecía hasta ese momento casi sin derechos pero sí con muchas obligaciones y algunas incontrovertibles por su carácter “divino”. Dentro de la misma iglesia surgen algunas manifestaciones que tratan de ser congruentes con la doctrina de Cristo y volver a los principios, una de ellas fue la de Francisco de Asís (1182-1226) contemporáneo del Papa Inocencio III (1160-1216), Francisco planteaba cosas muy simples, pero si las comparábamos con la realidad de la iglesia, chocaban brutalmente, por ejemplo, san Francisco planteaba para su Orden tres principios:
Paupertas; cero posesiones, no solo para la persona, sino para toda la comunidad religiosa, todos debían trabajar arduamente para conseguir lo necesario y solo mendigar por extrema necesidad. En cambio, la iglesia se caracterizaba por la inmensa riqueza y el esplendor palaciego, solo hay que señalar esta trayectoria de contradicción que se tuvo en Aviñón, que fue una de las varias culminaciones en su perversión durante el final de la edad media.
Humilitas; una vida modesta de sacrificio, mortificación y autonegación, de renuncia al poder y a los privilegios. Y ante las injurias y el mal trato, siempre poner buena cara y un espíritu gozoso y de buena voluntad hacia todos. Nunca ser los primeros sino los últimos. Por su lado la iglesia durante el papado de Inocencio III era una iglesia de poder, que lo sabía “ejercer” y de gobierno, que en todo pretendía sobresalir incluso a costa del Estado. Una iglesia discriminatoria, de alta burocracia privilegiada y dominadora a través de múltiples medios inmorales que culminarían con la inquisición, que vendría a institucionalizarse en seguida.
Simplicitas; en realidad la doctrina de Cristo era muy simple y de fácil comprensión, por su parte la orden actuaba acorde con el principio de que en la creación todos eran hermanos y debían
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amarlos como tales, incluyendo a las plantas y principalmente a los animales, respetando la naturaleza de todos los seres vivientes. Y cumplir el único mandamiento de Cristo: “amaos unos a otros como yo os he amado”. La iglesia se había sofisticado a grado extremo con el cumulo de dogmas creados hasta la fecha, con un derecho canónigo complicadísimo y arbitrario, con una patrística que pocos entendían y después una escolástica como cambio aparentemente revolucionario pero que a la larga se convertiría también en una imposición mas, a través de las incipientes universidades que no enseñaban otra cosa.
Podrían parecer extremos los propósitos de san Francisco, pero si los vemos como una reacción a todo lo que la iglesia y la sociedad medieval habían llegado y a donde había llevado la iglesia a la doctrina de Jesucristo, entonces podemos encontrarles una cierta lógica y razón de ser. Diversas manifestaciones de todo tipo se fueron dando a partir de esta época en la sociedad medieval. La burguesía surge aquí; como una nueva clase de personas muy hábiles para los negocios y para generar riqueza, muchas veces sin importar los medios, ni la ética algo que continua hasta nuestro tiempo, pero que tenían una visión única para el comercio que paradójicamente se intensificó con las cruzadas y reactivó la actividad artesanal y el resurgimiento de las ciudades.
Afortunadamente la cultura islámica rescató los documentos filosóficos de la cultura griega y a través de la escuela de traductores de Toledo, los introdujo en Europa. De aquí surge la interesante controversia entre el filosofo islámico cordobés Averroes y el filosofo teólogo dominico Tomas de Aquino para conciliar sus tesis, la de Averroes: “La razón está sobre la religión” y por lo tanto” la filosofía es independiente de la revelación”, la de Tomas de Aquino:
“Las verdades de la fe y de la filosofía (refiriéndose a la filosofía aristotélica) no solo no se contraponen sino que son compatibles y además complementarias” de aquí surge “La Escolástica” como una rectificación al gran error de haber tratado de borrar la filosofía
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aristotélica. Lo que se intensificó más tarde con la caída de Constantinopla en 1453 y la difusión del pensamiento de la cultura griega y helenística. Todo este debate intelectual que le daba una gran sacudida a los dogmas de la iglesia católica y al pensamiento medieval plagado de prejuicios; estimuló grandemente la actividad intelectual y proliferaron las universidades, así como los nuevos centros del conocimiento y el saber. Y más tarde, pasado el Medioevo, con el “Novum Organum” de Francis Bacon, mediante el cuestionamiento de la escolástica, se da inicio a la filosofía renacentista y a una nueva etapa del pensamiento universal.
Después del amodorramiento cultural de varios siglos, surge probablemente en tiempos de Carlomagno, un movimiento en la arquitectura y las artes, que rescatando las aportaciones de la cultura romana, crea un nuevo estilo en arquitectura tanto civil como religiosa llamado “Románico”, este estilo de construcción masiva, sin embargo fue el preámbulo para el surgimiento de otro nuevo estilo de máxima esbeltez, el gótico en el siglo XII, éste estilo no solo no tenía nada de bárbaro, en el sentido burdo o despectivo del término(generalmente bárbaro es un termino mal usado o mal interpretado) una de las acepciones de la RALE para la palabra gótico es: noble o ilustre, pero en arquitectura, además, significó la culminación histórica de la máxima expresión de la arquitectura lograda con técnica de piedra acomodada, con expresiones de gran belleza en catedrales, templos y edificios civiles, que se prolongaría hasta el final del Medioevo, habiéndose formado una especie de cofradía (los masones) que eran los que pasaban de unos a otros y de generación en generación las técnicas del gótico. Siendo seguido este por el estilo renacentista.
En la literatura el resurgimiento inicia con Dante Alighieri, poeta, político, místico y nacionalista que luchó por la unidad de Italia y el uso del idioma italiano como idioma literario, incluso escribe su obra maestra La Divina Comedia en ese idioma y no en latín como era lo usual, este fue su único merito visto en función del cambio
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necesario, ya que él mismo a través de su máxima obra, continuaba difundiendo los mitos terroristas creados por la iglesia con fines que ya conocemos. Los otros fueron indudablemente Petrarca y Giovanni Boccaccio, que también usaron el italiano para sus deliciosas obras de literatura profana, muy divertida pero no para la iglesia que hasta hace poco mantenía estas obras entre los libros prohibidos por su jerarquía.
En lo político el renacimiento en Florencia cuenta con un gran impulsor del cambio: Niccoló Machiavelli, en el presente mal interpretado pero; en la realidad fue un analista critico de la historia tanto del renacimiento (del cual fue gran protagonista) como de la cultura romana, que impulsó para el futuro la nueva vigencia de la republica apoyada en siglos de experiencia de la tradición romana, lo que tuvo una gran influencia en el pensamiento liberal europeo y en la creación del primer Estado laico, Los EUA.
Conclusión
Desde el principio de la humanidad, el poder de los que lideraban la tribu, devino en el Poder Político, y el poder de las creencias sobrenaturales y sus intermediarios, guías o chamanes, se transformó en el Poder Religioso. En las sociedades primitivas, desde el principio, ambos poderes estuvieron siempre íntimamente ligados por conveniencia reciproca, con propósitos de control y manejo adecuado de la tribu, en el mejor de los casos. A medida que se daba la evolución y el desarrollo de los pueblos, el poder político fue apareciendo como el poder central y determinante, con tendencia a desligarse del poder religioso, sin embargo siempre siguió apoyándose en éste poder, utilizándolo de una u otra forma y a través de una o diferentes religiones y usando a la religión como elemento esencial en el manejo mismo del poder. La culminación de la evolución del poder político independiente del poder religioso, cuando menos en el mundo occidental, la podemos situar con el inicio de la democracia tanto en la cultura griega como en la romana, sucesos casi simultáneos en el tiempo para las dos culturas.
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Uno de los productos históricos más importantes de estas culturas fue la creación de las instituciones, las cuales se acaban de estructurar políticamente y se consolidan con la cultura romana.
Desde el inicio de la cultura romana, durante la monarquía ligada desde un principio a la diosa Vesta, se empezaron a crear las instituciones como base del sistema político. Otorgándose a la institución, la primacía por su permanencia durante el tiempo como organización jurídica, ya que las personas tenían una vida finita y no se podía depender solo de la calidad de la persona, del gobernante, para la salud del Estado y por ende de la sociedad. El gobernante, como persona, por más poder que ejerza siempre pasa, en cambio la institución permanece. La permanencia de las instituciones durante el tiempo nunca supuso su inamovilidad o situación estática, por el contrario, la posibilidad del cambio, mediante la admisión de la evolución natural durante el tiempo, siempre estaba implícito en el proceso para irse reformando, adaptando al devenir histórico, de hecho y de derecho. Cuando las instituciones ya no admiten cambios y se vuelven obsoletas, entonces se pueden cambiar mediante un proceso revolucionario que implica el cambio radical, probablemente para volver a crear nuevas instituciones, al amparo de un nuevo sistema político, pero siempre buscando, cuando menos en teoría, el beneficio de la sociedad.
Poco a poco se fue reconociendo a la sociedad como el objeto del Estado de derecho. Aunque hay que aceptar que no toda la acción del Estado o más bien del gobierno del Estado, fue en beneficio de la sociedad, sin embargo este era el propósito fundamental y el mejor resultado de la evolución social durante el tiempo. La culminación del desarrollo del mundo antiguo occidental se dio con el Imperio romano, pero en su etapa final; desgraciadamente se da una asociación perniciosa para la sociedad, porque fue orientada a su manipulación y control; mediante la asociación de la iglesia y el Estado, creando el Estado confesional y sufriendo una muy lamentable regresión hacia la condición inicial de las sociedades
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primitivas, ahora en las peores condiciones por la devastación que sufrió el mundo antiguo y por los medios empleados por el Estado confesional mediante el terrorismo religioso ejercido y la ignorancia impuesta a las personas, llevada al extremo, por la codicia y por la sed de poder. Y por supuesto para facilitar el ejercicio del poder mismo, no para beneficiar sino para subyugar. El proceso evolutivo que se había comportado con cierta fluidez, se interrumpe bruscamente y se abre un paréntesis llamado Medioevo, que duraría mil años. Durante el transcurso del final del mismo; el deterioro y la regresión resultante, provocaron las reacciones positivas, que no solo tararían nuevos cambios, sino que tuvo como resultado la revolución mediante el Renacimiento para dar continuidad al proceso interrumpido, ahora con nuevos horizontes insospechados para la humanidad, que culminarían en el siglo XVIII con la superación del pensamiento dogmatico prevaleciente durante el periodo medieval, desplazado ahora por el nuevo pensamiento analítico, con enfoque crítico hacia todo lo establecido en ese tiempo en forma autoritaria y perversa, por la iglesia y sus autoridades.
Reflexionando sobre el poder político y su perversión, se concluye que la asociación de los dos poderes iniciales, poco a poco fue generando “los intereses creados” que son los que verdaderamente mueven los hilos de los actores, por la condición humana inherente en la mente de las personas y sus motivaciones recónditas, dando lugar así a un tercer poder: el Poder Económico, que se empezó a consolidar desde el surgimiento de la burguesía y se convirtió en el gran motor del “desarrollo” y la fuente financiera de los otros dos, “los rico hombres”, como se les llamaba en la Castilla de Carlos I, estos eran siempre tomados en consideración por los otros poderes para las decisiones trascendentes. Desde el principio se fue creando una simbiosis entre los tres, benéfica para el fortalecimiento y para la subsistencia de ellos, pero que históricamente ha resultado perniciosa para la sociedad.
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La separación de los poderes del Estado, de la cual nos hablaba en su Teoría política Charles-Louis de Montesquieu, para que hubiera sido efectiva y real, debió haberse iniciado complementándose en primer lugar con la separación de estos otros tres poderes: el Poder Político, El poder Religioso y el Poder Económico, con el objeto de que cada uno actuara de acuerdo a su naturaleza y bajo el espíritu de la ley en su ámbito exclusivo, en forma autónoma, independiente y precisamente, para que el único poder legitimo; el poder político, pudiera cumplir la función benéfica para la que en teoría fue creado. Prevaleciendo éste única y exclusivamente como poder y reglamentada su función por las leyes dentro del Estado de derecho, que establece su división y equilibrio político para el beneficio de la sociedad. Porque el poder económico de facto, como tal y sin límites; es el peor de los monopolios existentes en el campo de la economía. Y el poder religioso es pernicioso por ser contrario a la esencia misma de la religión y se contrapone a la libertad de creencias a que todo ser humano tiene derecho y ha sido además un efectivo instrumento de sujeción de las conciencias individuales a través del terrorismo y el fanatismo religiosos. Una vez superada la época de las sociedades primitivas, siempre la mezcla de la religión y de la política, cuando se ha dado ha resultado letal y fatal. Por esto cuando Jesucristo dijo: “Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”; estaba marcando claramente la separación que debe existir, y como entenderse el ámbito de lo terreno y lo divino.
Esa época, en la que se dio la mentalidad medioeval, que ahora nos parece muy lejana. No lo es tanto si observamos como en las diferentes sociedades del mundo; siguen existiendo en un porcentaje alarmante, personas con mentalidad medioeval. Esto lo podemos comprobar por la ignorancia y por la manipulación que han sufrido en sus conciencias; mediante la implantación de prejuicios históricos y religiosos, por la mercadotecnia mercantil, la propaganda política y la inducción del fanatismo en todas sus formas, manejado hábilmente por los embaucadores de la oligarquía. De esta manera las personas bien informadas y con suficiente capacidad para el
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análisis crítico, representan la excepción y la gran mayoría queda virtualmente como hombre-masa, fácilmente manipulable y peligrosamente utilizable; sobre todo en los procesos democráticos para la renovación del poder político del Estado, viciando de esta manera a la democracia misma y haciéndola virtualmente imposible de alcanzar, en cuanto a su principio fundamental, el de lograr que el poder resida verdaderamente en el pueblo.
San Pedro Garza Garcia Nuevo León, Diciembre del 2008
Modificado en mayo del 2010
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